Las Damas Meigas son parte esencial de la Mitología de Galicia. Hay tantas como leyendas existen sobre ellas. En tan pocas palabras, intentaré mostrar a dos Damas poco conocidas que, según la leyenda, habitan en el Camino de Santiago, cerca del río Miño.
A GATA BRANCA Y ANA MANANA
La Dama felina otea majestuosa desde su atalaya de piedra. Por la senda sube un caminante.
Salta de alegría.
— ¡Estamos
de suerte, Ana. Viene un hombre, joven y solo!
Sabe que será la presa perfecta. Lleva siglos
viendo llegar peregrinos al final de la cuesta, sedientos y cansados. Encuentran
el paraíso en el manantial cristalino que brota de la roca, bajo la sombra acogedora de un roble
centenario.
El joven
bebe y se sienta bajo el árbol. Saca del zurrón la comida sin fijarse en la gata, hasta que escucha el meloso maullido a su
lado.
Blanca
ronronea, mansa en la caricia. Su pelaje,
suave y lustroso, encandila al peregrino.
—Bien debes cazar para estar así de grande, minina.
Tras el
reposo, el hombre se acerca a la fuente y llena el calabacino de agua fresca.
Si la gata
hablase, le contaría la historia que guarda esa piedra. Ana Manana pecó de
curiosa y abrió el paquete que un joven viajero
le confió en custodia. Al regreso, descubrió la traición y la maldijo. La hermosa Dama lleva siglos ahí encerrada,
derramando un manantial constante de lágrimas.
La consuela
Gata Branca, ejecutando venganza por ella.
¿Quién se fiaría de una gata que camina sobre las patas
traseras apoyada en la cola como en un bastón?
Él no debió
hacerlo. La minina se enredó en sus piernas, perdió el equilibrio y rodó barranco abajo
hasta llegar al río.
La garra felina marca otra muesca en el roble
y el manantial desborda alegría.
© Carmen Ferro.