miércoles, 8 de septiembre de 2021

MEMORIAS DE ÁFRICA

 



Comienza la nueva temporada del Tintero de Oro con un reto de cine: un microrrelato con título de película. 



África, un mundo donde habitan muchos mundos distintos, me parece el escenario ideal para un cuento de película. 
Aunque nada tenga que ver con una de las mejores de la historia del cine. Una de mis favoritas: por la música, la fotografía y su ambiente de luces y sombras.


Memorias de África: 
película estadounidense de 1985, dirigida por Sydney Pollack y protagonizada por Meryl Streep y Robert Redford. Está basada en el libro autobiográfico Memorias de África,  de la escritora Karen Blixen. Un éxito de taquilla que ganó siete premios Óscar.



 

Las memorias contadas en este microrrelato, solo tienen en común con esa exitosa historia, el continente africano. Argelia, un paraíso cercano en la orilla mediterránea.

 Allí pasó una vez:

El atardecer en Orán tiene un color especial. La bahía se iluminaba de sol en retirada cuando pisé África por primera vez.  Dos días después me despedí con desgana de aquella ciudad, mágica, desperezándose bajo la luz oriental que la pinta de tonalidades africanas.

Recorrimos  el borde del continente en autobús, hacia Tipasa. Llegamos cuando  anochecía sobre un espejo de luces.  Al día siguiente, abrí la ventana del cuarto de un hotel encallado en el tiempo, y contemplé su mar. Entonces comprendí el verdadero significado de la palabra turquesa.

Paseamos por las calles que transitó Camus. Éramos dos extranjeros, agarrados de la mano, en un mundo de mezclas de pasado y presente. Deslumbrante.

 Entre las ruinas de una ciudad que se desmorona hacia el mar, quisimos casarnos una tarde, sin más ceremonia que el juramento de amor eterno escrito en las  miradas, y aquellas piedras históricas como únicos testigos. 

Celebramos la pasión en un lugar poco recomendable de Argel, la ciudad que una vez fue tan francesa como mis padres. De aquella supuesta gloria aún quedan algunas herencias. Y la librería donde mi padre compraba historias, ahora de nombre árabe, como su dueño.

La fascinación nos esperaba en Constantina. Majestuosa  en su paisaje de piedra, con su gloria pasada esperando vernos cruzar  sus puentes. 

Todo eso pasó antes de perderme en una ciudad desenterrada del manto protector de la arena: Timgad. Ahí me quedé varada.

 Despierto sudorosa. Grito tu nombre.

—Estoy  aquí, amor—me calmas.

Apesta a suero medicinal.


                                                                      © Carmen Ferro.




LA DAMA AURIENSE

      Cuentan  los que saben de estos cuentos, que a la misteriosa dama se le puede ver cabalgando, a lomos de un hermoso corcel blanc...