viernes, 16 de septiembre de 2022

LA JUNGLA ANIMADA

 





En medio del río de transeúntes, la niña camina de la mano de su padre. Se destapa las orejas—atrás queda el sonido estridente del gaitero que todos los días repite lo mismo— y vuelve a quejarse de que los abuelos vivan en el centro histórico de esta ciudad universal. Rebosante de visitantes y  peregrinos con mochilas que se excusan, en cualquier idioma, cuando tropiezan con ella.

— ¿No podemos ir por otro sitio?

El padre no responde. Sabe que las quejas de Antía cesan cuando llegan al final de la plaza. Allí, un paje flautista anima a contemplar la figura inmóvil de una princesa, bronceada de purpurina.  Le fascina ver como se ilumina la corona, cuando alguien echa unas monedas en el sombrero del suelo. Su majestad inclina suavemente la cabeza, le guiña un ojo y se  queda de piedra.

Continúan hacia la calle de las platerías, donde una mujer canta boleros con un señor que toca el acordeón. Según Antía, bastante mal.

En la callejuela donde viven los abuelos, un manantial de notas musicales  fluye entre las casas de piedra. Bajo los soportales, Sara toca la lira. Los paseantes se detienen para escuchar su prodigiosa voz en un poético canto medieval.

Aplauden cuando termina y la niña, entusiasmada, deja claro a los presentes que la artista su tía.

—Papá, ¿por qué no se callan los otros para escuchar solo a Sara? Es la que mejor canta.

—Para saber que Sara es la mejor hay que escuchar a todos, rapaciña.    

                                                                                        

 Inspirado en la cita:

            "El bosque sería muy triste si solo cantaran los pájaros que mejor lo hacen".

                                                                                         Rabindranath Tagore


                    © Carmen Ferro.   


               

LA DAMA AURIENSE

      Cuentan  los que saben de estos cuentos, que a la misteriosa dama se le puede ver cabalgando, a lomos de un hermoso corcel blanc...