jueves, 10 de junio de 2021

TRUENOS Y RAYOS

 


Los odiaba. Odiaba ser la mayor de aquella cuadrilla de hermanos y primos.

Eran insoportables cuando tenía que quedar a cargo de ellos.

    —Ya sabéis niños, hacerle caso a Adela en todo lo que os diga.

Sí, sí… Qué bien suena la frasecita ¿verdad?  Y se iban tan tranquilos mientras yo sufriría hasta su regreso.

A los doce años ya era una niña responsable. Toda una mujercita, decían mis padres, y confiaban en mí. Pero confiar en mi aparente paciencia tan a menudo fue  un fallo garrafal. Con los niños la perdía pronto,  y más en esa etapa de la vida.  A veces me poseía una fuerza tan incontrolable como aquellos energúmenos enanos.

Eran cuatro: mi hermana Clara de siete años, y tres primos; para colmo dos gemelos de cinco, Carlitos y Alex, y Arturo que tenía nueve y era un bicho de mucho cuidado.

 Someterlos me costaba sangre y sudor. Y a ellos lágrimas. Los gemelos mordían como hienas y mi hermana les imitaba tan bien, que casi me arranca un dedo en una de sus rabietas.

Encima, los muy cabritos, cuando los papás regresaban les daban las quejas.

    —¡Es una mandona, no queremos quedar más con ella!

Nadie valoraba mi esfuerzo.

    —Cuéntales historias —recomendaba mi madre—. Cuentos de esos tan bonitos que te inventas.

    — ¡Mamá!, te digo que no me respetan. En cuanto quedamos solos se transforman en los terribles Gremlins. ¡Papá, díselo tú, que sabes cómo son los hijos de tu hermana! La próxima vez no respondo de mis actos. ¡Estáis avisados!

Y esa vez, por desgracia, llegó enseguida. Había muerto la Bisa, no podía negarme a cuidarlos mientras los adultos iban a despedirla. Me hubiese gustado ir. Era una viejecita adorable, que me contaba historias increíbles de hechiceras, hasta que perdió la memoria.

También era un poco meiga, buena y piadosa. Una mujer fuerte, querida y respetada en el pueblo, por su generosidad en los tiempos del hambre. Curaba el mal de ojo, y en su casa siempre había un trozo de pan  para el necesitado. Yo creo que curaba el dolor de la miseria. Pero nadie es perfecto, ella tampoco. Tenía terror a las tormentas y ese miedo aún lo llevo metido en las venas.

En cuanto aparecían las primeras señales, nos metía en la cocina, encendía una vela a San Antonio y quemaba ramitas del olivo bendecido el Domingo de Ramos. Después rezábamos a Santa Bárbara.

La tarde de su entierro el cielo se cubrió de nubes oscuras, y yo lloraba porque no pude ir a despedirla. Ya era mayor, me gustaría rezar en su funeral, como una mujercita.

Sumida en la tristeza, no me di cuenta de que los niños habían destrozado el ramo de flores que puse en la cómoda de su cuarto, al lado del marco con la única foto que se hizo cuando era joven y guapa.

Entré en cólera. Lloré con desconsuelo, de impotencia y rabia.

Iba a vengarme de aquellos gusanos del infierno.

    —Voy a contaros un cuento — les propuse—. Uno  que me contaba la Bisa cuando yo era pequeña.

Sí, les contaría un cuento que no olvidarían en su vida.

    —A mí no me apetece un cuento —replicó Arturo— prefiero jugar al escondite en el desván.

No hice ni caso.

Entonces comenzaron a volar los cojines y las almohadas. Me alteró el poco respeto por las cosas de la difunta.

     —Ah no, no… a mí no me la vais a liar hoy. ¡Tú!, ven para acá, y Clara a la silla de la esquina. Carlos y Alex aquí, sentados en el suelo.

    —No te pongas tan chula que te la armamos, ya lo sabes—contestó el impertinente mayor del reino.

Besé el cuadro y le pedí perdón. Juro que la imagen de papel sepia sonrió y me giñó un ojo. Una energía poderosa se adueñó de mí. Deseé la tormenta, y busqué en los cajones una vela y su librito de rezos.

Alcé la foto y se la mostré a aquellos monstruos descontrolados:

    — ¡Mirad a la Bisa! Era capaz de invocar a los truenos, y os aseguro que yo también puedo armar una buena.

El primer rayo alumbró todo el cuarto antes del estrepitoso estruendo.

Los gemelos se rieron nerviosos. Mi hermana se quedó paralizada. Me conocía bien y sabía que esa vez iba en serio. Tampoco le gustaban las tormentas. Arturo me llamó chulita.

Yo no era ni tan buena ni tan piadosa como la abuela de mi padre. Sentía un rencor inmenso por lo que acaban de hacer con las flores y la cama de mi dulce viejecita.

 Encendí la vela y, sin miramientos, comencé a leer el conjuro con voz de bruja:

            «Mouchos, coruxas, sapos e bruxas…»

El potente trueno retumbó en el cuarto hasta mover los muebles.

«Demos, trasgos e diaños…»

No recé, ni quemé olivo.

«Corvos, pintigas e meigas,

 feitizos das menciñeiras…»

    — ¡Calla, por favor! Vamos a portarnos bien—suplicaba mi hermana.

Me aseguré que no tendría que preocuparme más por su respeto:

«Cheiro dos mortos, tronos e raios…»

 

Alex se encaramó a mis piernas pidiendo perdón. Carlitos temblaba arrodillado en el suelo. Y Arturo, el valiente, tenía el pantalón mojado en la entrepierna.

    Esa vez ni una queja a los papás.

Y colorín colorado…

                                                              

                                                                                     © Carmen Ferro.








* Partes del conjuro de la queimada gallega: 

https://es.wikipedia.org/wiki/Queimada

martes, 1 de junio de 2021

BALDÍOS


 


Habito

un entresijo de barro

cálido y poroso

 maravillosa cueva

bajo el río de lava.

 

Habito

un oasis propio

ventanal abierto

horizonte de mar

azul mirando  al norte.

 

Habito

un  hueco sin tejado

poblado de  estrellas

dormidas al raso

en el lento sueño de soñar despierto.


Habito

la viga resistente

encaramada al frío

lomo del silencio

 contemplando el universo.

 

Habito

tu existencia y la mía

a la  intemperie

esperando pacientes

la tormenta de versos.

 

Habito

Habitas

Habitamos

Sobrevivimos

en este baldío inmenso.


                                                               © Carmen Ferro.


https://www.safecreative.org/work/2106208138786-baldios

 

LA DAMA AURIENSE

      Cuentan  los que saben de estos cuentos, que a la misteriosa dama se le puede ver cabalgando, a lomos de un hermoso corcel blanc...