sábado, 15 de mayo de 2021

INOCENTES

 




    Un día pasó:

—¡Niñas, por favor!, que se desmaye una compañera tampoco es para armar tanto jaleo. A ver, Celia, habrás desayunado, ¿no?... ¡Tú, avisa a la enfermera!  Y vosotras: ¡bajaros de ahí, parecéis tontas!

    El ratoncito estaba más asustado que aquellas histéricas subidas en el asiento de los pupitres.  Olivia podía verlo escondido detrás de la papelera. Era la única de la clase que sentía compasión del inocente roedor, aunque ella gritara tanto como las demás.

    Cuando abrieron la puerta, el pobrecito salió disparado hacia el pasillo. ¿Qué sería de él?

    Nadie es perfecto, ni tan siquiera Celia. La más lista de clase, la más guapa, la egoísta niña rica que jamás ayudaba a nadie a resolver un problema, además presumía de una extraña dolencia.

—¡Ay, niñas!, resulta que padezco musofobia, los médicos dicen que es una enfermedad rarísima. ¡Es terrible, os lo aseguro!

    Engatusó a todas con aquella palabreja, pero ninguna se atrevió a preguntarle nada sobre ella. Olivia, que algo sabía de fobias pero poco de vocabulario, aprovechó el recreo para consultar en la enciclopedia.

—Mu-so-fo-bia. ¡Aquí está! Pobre niña rica, se va a enterar de lo que es capaz su pobre compañera becada.


Conseguir que un ratoncito entrase en la mochila no fue difícil, en el desván de su casa eran  de la familia. La dejó  abierta toda la noche, con un par de galletas dentro. Uno la acompañó al colegio aquel día,

            veintiocho de diciembre, de un año cualquiera.

                                                        

                                                                                                       © Carmen Ferro.



https://www.safecreative.org/work/2106208138977-inocentes


LA DAMA AURIENSE

      Cuentan  los que saben de estos cuentos, que a la misteriosa dama se le puede ver cabalgando, a lomos de un hermoso corcel blanc...