sábado, 12 de marzo de 2022

EL BOTÓN DEL PÁNICO

 

 


 


 

El ruido fue estrepitoso.  De pronto, en el sótano, se levantó una polvareda inmensa,  las alarmas sobresaltaron a la comunidad y los inquilinos corrieron despavoridos por la escalera de incendios.

Desconcertado, el conserje pulsó el botón del pánico, apenas  un poco antes de que  los teléfonos comenzaran a sonar histéricos. Enseguida llegaron los servicios de emergencias, y los curiosos se agruparon entre los periodistas,  ante el fatídico número de la famosa calle madrileña.

 El olor de la sangre fresca se mezcló con la polvareda que inundaba el edifico. Los más avispados corrían escaleras arriba jadeando, para llegar cuanto antes a la planta noble, sin esperar a saber con claridad lo que había pasado.  Solo unos pocos valientes bajaron al sótano, cuando ya sabían que allí encontrarían el cadáver, aún caliente, de su jefe.

Nadie comprendía el motivo por el que   se había desplomado el ascensor de repente,  justo cuando  estaban llegando a la planta principal.

—Sin duda, esta casa está maldita. Últimamente, pulsar un simple botón se ha convertido en un riesgo.  Soy el conserje y sé que mi obligación es avisar a mantenimiento para que reparen los desperfectos. Pero este no pude verlo.   Alguien manipuló el  elevador,  estoy seguro. Un experto en desgastes que sabía que el acero cedería sin dificultad con semejante peso. Que este edificio tiene corrosión desde los cimientos, lo saben todos.  Solo soy un empleado, y esas cuestiones no son de mi competencia…  Pobre hombre... No se merecía acabar así, da lástima verle. Morir  de manera tan abyecta tiene que ser horrible.

 

 

                                                    © Carmen Ferro.   

 

 

 

 

 

 


LA DAMA AURIENSE

      Cuentan  los que saben de estos cuentos, que a la misteriosa dama se le puede ver cabalgando, a lomos de un hermoso corcel blanc...