Nadie dudaría de Manuela, una mujer honesta
que solo va a ese lugar a trabajar duramente, sin horario definido. Su labor es
tener las habitaciones siempre dispuestas, impecables para los siguientes
huéspedes, temporales, como su contrato. A cambio de un salario raquítico, le
exigen ser discreta y eficiente. Todo debe relucir como recién estrenado, a
cualquier hora del día o de la noche, para los clientes de La casa de Lola. Y ella siempre cumple, servicial e invisible.
Su abuela le enseñó desde
pequeña que “si en la vida bien quieres
estar, debes saber oír, ver y callar”. Y esa enseñanza la lleva por
bandera. Por eso jamás cuenta que por La
casa, van y vienen señores y señoras muy respetables (y no), que entran y
salen sigilosos como zorros, dejándolo todo manga por hombro.
Después, la pobre
Manuela se esmera al recoger los restos de la fiesta. Y limpia hasta que el yacusi reluce como
nuevo para los próximos que están por llegar.
En ocasiones, algunos
despistados dejan atrás algo de valor y ella siempre lo entrega en recepción, como
dicen las normas, a pesar de saber que pocos regresan a reclamar que es lo
suyo.
La primera, y única
vez, que Manuela se atrevió a romperlas, fue hace dos semanas. Alguien olvidó entre las sábanas una bonita pulsera y ella se
la quedó. No dijo nada a nadie, se la llevó a casa y la guardó entre sus
baratijas. Es preciosa, perfecta para la boda de mi niño, pensó.
Sabía que era una
joya verdadera, por el peso. De reluciente oro blanco con diminutos brillantes incrustados y el cierre
roto, un simple detalle sin importancia. Ni en sueños se hubiese imaginado
que la insensata señora descuidaría semejante alhaja en aquella cama de
paso.
«Ay, Manuela, Manuela piensa bien en la que vas a
meterte, hija mía, te vas a buscar la ruina», parecía estar escuchando a su
abuela en la conciencia.
«Ni muerta me dejas tranquila, abuela. Solo la
pondré ese día. Voy a ser la madrina de la boda y es una ocasión importante. Solo
esa vez, te lo prometo. Después le diré a Ramón
que la venda, que el dinero nos hace buena falta».
Y el día llegó,
radiante de sol. Como Manuela llevando a su hijo del brazo al altar, luciendo
palmito. Ramón, el padre del novio, se las apañó como pudo para poner la joya
en la amplia redondez de la muñeca de su mujer. Enlazó con destreza una
cadenita a los dos extremos del adorno y la sujetó con doble nudo, después de colgar
en ella al famoso osito de moda.
—Este que no falte,
que es de plata de la buena—le dijo ella.
Y se hicieron muchas
fotos que, ¡ay!, compartió en las redes sociales: #Postureofino#boda#Iván, tan segura ella de que nadie sospecharía
que en su muñeca de choni de barrio lucía
una joya real.
Pero, ¡ay, Manuela!,
que los Señores dueños de la joyita llevaban días siguiendo tu rastro
virtual.
— Mira esto, Cris.
¿Qué te había dicho? Si es que esta gente al final siempre cae. Les puede
el ego exhibicionista.
— ¡Oh, qué cara
tiene! No me extraña, cari. Así es la plebe.
—Tampoco lo tuyo ha
sido muy inteligente, cuqui. Solo a ti
se te ocurre ponerte esa pulsera para ir a ese antro.
—No, Nacho. No voy a
permitir que me hagas sentir culpable. A ver, tú, que eres tan espabilado, ¿no
pudiste advertirme de que tuviese cuidado con esos detalles?
—Ni me había fijado,
Cristina. Te imaginaba más lista, la verdad…
—Ahora a ver cómo
decimos que la pulsera que lleva la señora de la foto es mía. ¡Ay, señor qué
estrés!
—Un regalo que me
costó una fortuna, querida. Sabías que es una pieza única, deberías cuidarla más.
— Lo siento en el
alma, amor... ¿Y si le mandamos un recadito para que recapacite?… Esa gentuza
enseguida achanta, por cuatro duros nos la devuelve, estoy segura.
— Ella sabe que no
vamos a decir nada, Cris. Estábamos dónde nunca deberíamos estar...
—La idea fue tuya, cari. Querías emociones fuertes,
mezclarnos en el anonimato… Y ahora… ¡Qué vergüenza! Un lío más en esta
familia. No quiero ni imaginarme si el taxista se entera de que era yo la
morenaza que llevaba los jueves por la tarde a La casa de Lola.
—Necesitamos romper
la monotonía, cariño. Decías eso, ¿lo recuerdas?
—Sí. Pero nos hemos
metido en un buen lío por ese vicio tuyo.
—Y tuyo, Cris… Que al
final también le has cogido el gustillo… ¡Pero a quién se le ocurre ir enjoyada
a esos sitios!
—Un despiste lo tiene
cualquiera.
—Pero es que tú no
eres cualquiera, cuqui. No puedes permitirte
estos fallos.
—Lo sé, qué le voy a hacer... toda la vida han ido detrás recogiendo mis cosas.
—Pues mira las
consecuencias… Ahora tu despiste lo luce una puñetera camarera de habitaciones.
— ¡Encima se ríe en
nuestra cara!
— ¿Crees que aún nos
queda algún escolta leal?
— ¡Pues claro! Si ya
están todos curados de espanto… Eso sí, diles que la perdí esquiando. Y, por
favor, que intenten no montar otro escándalo con la prensa. Dales el dinero que
pidan, ya arreglaremos las cuentas cuando volvamos a Suiza.
© Carmen Ferro.
Gracias, Carmen, por participar con este relato en el homenaje a Truman Capote y Desayuno en Tiffany's. Un abrazo y suerte!
ResponderEliminarHola Carmen, vaya lío en el que se ha metido tu protagonista. Tu relato lleva una advertencia y es el de obrar bien no importa qué. Me ha gustado, enhorabuena.
ResponderEliminarCreo mejor es no exhibir joyas hoy en dia, atraen demasiada atencion
ResponderEliminarGenial el relato. Solo se le ocurre a Manuela lucir la joya y publicar fotos con ella en las redes y solo se le ocurre a Cris llevarla a semejante sitio. Una joya muy solicitada y que requería más anonimato.
ResponderEliminarUn beso y mucha suerte en el reto.
Un enredo muy bien tramado, Carmen. Una historia ágil y muy amena de leer. Mucha suerte en el Tintero.
ResponderEliminar¡Cáspita! ¡¡Muy bueno, sobre todo (¡y qué diantres, es que es cierto que cuanto más ejemplo se debiera prodigar, menos aún !) quiénes se supone que eran tal y como queda sugerido al final...
ResponderEliminarDe otro lado, también te agradezco tus consejos, pues mi despistada cabecita en ocasiones me lleva a cometerlos. De hecho los comentarios deben ser con señalamiento de fallos, es una manera segura de andar caminos literarios.¡ Un Beso y quedo a Tus pies Portoventoleramente!
Vaya con los señoritos de clase alta, que callado se lo tenían, supongo que, aunque no se especifica en el relato pero se adivina, haciendo intercambio de parejas. Mientras no se entere nadie y se guarden las apariencias, todo está bien, deben pensar, típica hipocresía de señoritos adinerados. Pues hizo bien Manuela, que bastante tiene con limpiar la mierda que otros dejan, en darse un capricho rompiendo las normas y yendo contra lo que con sabiduría le enseñó su abuela (refranera como todas las abuelas), aunque muy prudente no ha sido exhibiéndolo. Buen aporte, con trasfondo social crítico, Carmen. Un abrazo y mucha suerte!
ResponderEliminarÉsta es una historia donde contrasta la diferencia de clases. Después de contemplar la hipocresía y desprecio de la clase alta, una se alegra de que la pobre mujer sea feliz por un día con su pulsera.
ResponderEliminarEs un retrato muy bueno, vívido, de personajes. Felicidades
Un abrazo :)
La conciencia de la abuela le remorderá siempre y la suya propia . Es lo que tenemos los inocentes inocentes.
ResponderEliminarEsta Cris, ¿ es real o solo de sangre? ¿Iñaki desfacerá el entuerto? Ahora ya no.
Abrazoo
Ay, perdon, Nacho.
ResponderEliminarTe falta una "a" delante de "Ramon", en el septimo parrafo
Abrazo
Muchas gracias. Pues sí que faltaba esa letra, y sin embargo yo la leía. Las trampas que nos hace el cerebro.
EliminarMira Carmen que los diminutivos suelen chirriarme, y lo has plantado en el mismo título, pero es que le va como anillo al dedo, digo… pulsera a la muñeca, porque hay ironía implícita en esa joyita de la señora.
ResponderEliminarNo juzgo la sexualidad ni la líbido de la pareja, cada uno se lo monta como puede, pero es evidente su doble moralidad, su evidente clasismo, el desprecio por “los chonis” tan inferiores a ellos.
Naturalidad en los diálogos y en los pensamientos, sobre todo en el de Manuela, que tiene grabado en su ADN el servilismo a los superiores “saber, oír y callar” es el lema.
En definitiva, un relato bien llevado, con dos corrientes potentes y diferenciadas de actuaciones y pensamientos.
Muy bueno, Carmen.
Hola Carmen, qué gusto leer esta historia, tan real, vamos que esto ocurre en los mejores círculos pudientes, claro. La joyita, el título como "anillo al dedo" o a la muñeca, el anillo no, la pulserita. Qué bueno los diálogos, identifican muy bien las voces de las parejas. Me ha divertido con las escenas. De dulce. Un abrazo.
ResponderEliminarVaya, Carmen, Real como la vida misma, de escándalo en escándalo y sin remedio, je, je.
ResponderEliminarMe encantó ese giro de los diálogos, mira que me esperaba lo peor pero todo vira hacia algo más cómico y divertido. Geniales esos diálogos, muy reales y dinámico, como el relato en sí.
Felicidades!
Un abrazo y mucha suerte!
Hola, Carmen. Me pregunto si los protagonistas de noble alcurnia de tu relato tendrán base Real. No sé, no sé. Lo que tengo claro es que los diálogos son geniales, la historia divertidísima y la denuncia social, con esa doble moralidad tan bien retratada, satírica y aplastante.
ResponderEliminarUn relato muy bien trabajado. Felicidades.
Vaya gentuza hay detrás de las joyas. Una historia que no me extrañaría tuviese visos de realidad cruda y dura; como a las que nos tienen acostumbrados nuestra realeza que son de más baja estofa que de alta cuna.
ResponderEliminarAbrazos.
Y es que los errores a veces se pagan caros. Unos pierden y otros ganan. Espero que, con el dinero que tienen esos dos, no le vayan a quitar a la pobre Manuela la ilusión de lucir la joya de la señora, je,je.
ResponderEliminarUn relato muy entretenido.
Saludos.
Errores que pueden pagarse caros, pero hay quienes tienen joyitas y no las merecen.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Carmen. Me alegro de que fuera Crimen sin Castigo tu relato. Seguramente los jets society se podrán en contacto, mediante algún testaferro, con la buena mujer y lleguen a un generoso acuerdo económico eso sí con cláusula de confidencialidad. Unas indiscreciones sirven para recibir dinero y otras para pagarlo. Como la vida misma. Saludos y suerte.
ResponderEliminarHola, Carmen!! Me ha gustado tu relato. Manuela me parece un personaje muy interesante. Al final cae en la tentación de llevarse algo y la pillan jajaja. Suerte y un abrazo!!
ResponderEliminarHola Carmen , que buen relato cuanta razón tenía la abuela de Manuela.
ResponderEliminarPero como la realeza no quieren escándalos , ahora es la oportunidad de Manuela
de venderla por un buen pellizco de euros , pero corre el riesgo de que la manden con su abuela
jajajajajaj, espero que no , vaya con los viciosos reales , te deseo mucha suerte en el tintero de oro.
Besos de flor.
Hola, Carmen. Vaya sorpresa final. Seguramente habrá más chonis con joyas olvidadas por los mismos. Seguro que no vuelven a reclamarla. Ese diálogo final ha sido de traca. Relato muy divertido. Me ha gustado. Un abrazo.
ResponderEliminarLos ricos y poderosos siempre tan éticos... Los has retratado genial. La buena de Manuela lució palmito y encima se llevó un dinerillo... aunque los remordimientos... pero al final salió todo a pedir de boca para ella.
ResponderEliminarSuerte con el concurso.
Un abrazo.
Hola Carmen la conciencia siempre está presente en la voz de la abuela.
ResponderEliminarEl que perdió la pulsera tiene más y Manuela la luce con gracia.
Un vivo ejemplo de lo que sucede en ciertos momentos de la vida.
La pulsera se la puso el destino delante y Manuela no lo dudó.
Al final todos contentos.
Un abrazo
Puri
Un relato divertido con gran moraleja en su narrativa. Saludos cordiales desde Venezuela Raquel Peña de Perlas narrativas.
ResponderEliminarHola, Carmen. Vaya joyitas !!. Un relato "real" como la vida misma. Contado desde dos puntos de vista tan opuestos y , al final, tan iguales como seres humanos que somos. Mucha suerte en el concurso y abrazo.
ResponderEliminarPostdata : Por cierto, este es el segundo comentario que te hago. No se si tengo problemas al comentar en tu pagina porque el primero que hice, no te ha llegado. Un abrazo.
Hola, Carmen. Sinceramente me alegro del final. La hipocresía y altivez de Cris y Nacho , en contraste con la humildad y honestidad (excepto una vez) de Manuela. Ingenioso relato que propone una justicia popular. Saludos y suerte en el Tintero.
ResponderEliminarMuy agradable relato, y con una doble moraleja, por un lado nos enseña que siempre hay que obrar bien, pues la verdad siempre sale a la luz, y el segundo mensaje se centra en la pareja de adinerados, mostrando su clasismo e hipocresía.
ResponderEliminarBuen relato.
Suerte en el Tintero.
Un saludo.
Hola, Carmen. Me ha gustado el retrato clasista de esa sociedad tan parecida a la nuestra. Los diálogos naturales y caracterizando muy bien a los protagonistas. El desenlace se ajusta a la catadura moral que se imagina de algunas personas.
ResponderEliminarBuen relato, un abrazo.
Parece que no hay apuro de que Manuela devuelva la joya.
ResponderEliminarBien contado.