domingo, 7 de marzo de 2021

MONTE LIBREDÓN

 


                   Aquella noche, Paio contemplaba extasiado la belleza del firmamento. Su sacrificada vida de eremita se sentía recompensada con esos momentos especiales, en conexión con lo divino.

     El buen hombre vivía apartado del mundo, en la humedad de un bosque gallego, donde no le faltaba lo esencial para sobrevivir.  Abundante el agua y las cuevas de rocas donde resguardarse, Paio poco más necesitaba. Pescaba y cazaba sin esfuerzo, tanta era la riqueza de aquella tierra. Como buen eremita sabía distinguir cientos de plantas comestibles y medicinales. Insectos, semillas, frutos y hongos diversos estaban a su disposición durante todo el año.

        Reposaba de la frugal cena, en oración contemplativa, cuando de pronto las estrellas comenzaron a moverse en círculo en el cielo que le cubría. 

            Sin duda, aquello era una señal divina.

     Las luces se arremolinaban sobre un mismo punto del monte Libredón, mientras voces extrañas le anunciaban que allí estaba el lugar dónde habían enterrado al apóstol decapitado que habían traído de Oriente, para darle sepultura en la tierra donde había predicado el evangelio nueve siglos atrás.

    Paio piensa que debería partir de inmediato a dar la noticia al obispo de Iria Flavia, pero sentía un mareo tal que no le permitía ponerse en pie. 

    Entonces recordó la nueva seta que había encontrado por la tarde, y que había mezclado con las hierbas de la cena. Aunque solo había añadido una pizca, el dichoso hongo le había sentado fatal.

«No volveré a comerla nunca más», sentenció.

    Con enorme esfuerzo, consiguió levantarse y buscar entre sus hierbas las precisas para aliviar su malestar. Las masticó y se echó a dormir, pues era lo que necesitaba antes de emprender el camino.

   Durmió más de la cuenta. Al amanecer ya había olvidado el excepcional suceso de la noche anterior. Tiró las setas sobrantes y rezó hacia Oriente, antes de salir en busca de alimento para el almuerzo.

                                                                                    

                                                                                    
                                                                               © Carmen Ferro.  



Punto Jonbar modificado:
 El momento de la historia en el que el bueno del eremita Paio, tras observar ese fenómeno durante unas cuantas noches, decide ir a comunicarle al obispo Teodomiro la inspiración divina. 
A partir de este hecho se descubren los restos de la tumba del apóstol Santiago, y el rey Alfonso II el Casto ordena construir en el lugar, conocido como Campus Stellae, una pequeña iglesia con el mausoleo del Santo Apóstol Santiago el Mayor, en el siglo IX.  Se gesta así uno de los lugares más relevantes del cristianismo. 
 
Os dejo enlace con la información de la página oficial de Santiago de Compostela: https://www.santiagoturismo.com/apostolo-santiago/traslatio

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