Tengo un verso atravesado en la tráquea
una estrofa dispersa en el diafragma
me ahoga con el hipo oscilante
de las palabras enclaustradas.
En la cavidad interna de mi esqueleto
se balancea un poema arrítmico
esquirla de hielo punzante en la víscera
capital.
Agoniza su latido errante
entre el siempre y el jamás.
Las letras de tu nombre escalan
la laringe con sonidos
sofocantes
buscando desesperadas el
aire esencial.
Siento un frío atroz incrustado en el
esternón
escarcha dolorosa en la garganta
aguijones clavados en mis cuerdas vocales.
Una afonía insoportable de lamentos
intentan tararear la triste melodía
ahogada en la noche oscura de los
nonatos.
Los músculos me abandonan a mi suerte
caigo en la dura superficie helada
despierto con ojos de pez anestesiado
en busca del oxígeno del agua.
Trago bocanadas de aire inútil
intento sobrevivir a este gélido invierno
batallo hasta la extenuación
con la esperanza de ganar el duelo.
Nado en el silencio que me aterra
buceo en la oscuridad abismal
esquivando la onda desbastadora
de un torpedo letal en los órganos vitales.
Me consuela contemplar la noche despejada
el universo es un techo iluminado
miles de poemas flotan en el firmamento
intentando conjugar un abrazo
imposible
entre dos planetas brillantes.
Sonríen,
mientras mi tierra se tiñe completamente
de escarcha.
© Carmen Ferro.
Qué hermoso es leer tu poema y ver cómo la creación poética se inserta en la propia naturaleza de quien construye ese poema. Muy bonito, Carmen.
ResponderEliminarFeliz último domingo de 2020
Un beso