En
el reino de las fábulas, pájaros cantores vuelan saltando de rama en rama,
ambientando con sus trinos el bosque de mentideros con ficticias melodías, sin
reparar que en sus picos portan el oro del rastro que engorda la rica hacienda
de los dueños del cotarro.
Hadas, brujas, hechiceros, señores y vasallos, disfraces maravillosos, vendedores de espejismos, trileros, pícaros y tramposos transitan por los caminos en busca del mejor sitio donde plantar el mensaje que atraiga a muchos mosquitos.
En algún lugar del reino, don Juan tienta a doña Inés. Mientras, en una alcoba
lejana, la cándida ilusionada espera tejiendo nubes de algodón en su almohada.
Mas, el señor sin corazón busca a otra más lozana, que le entregue con pasión
la bolsa de los caudales que guarda.
Un
inocente Romeo arriesga su vida en vano, encaramado al balcón de una Julieta
sin alma. El buen hombre se ha enredado en el cuento de su amada, que dice
penar encerrada en una cárcel dorada. Ella, si poder pudiese, escaparía volando
a refugiarse en sus brazos, pero oculta al cándido enamorado que ha de morir esperando.
El
avispado Aladino sobrevuela el territorio, buscando la lamparita que le cumpla
los deseos solo con frotarla un poco.
Ranas,
princesas y sapos vestidos con ropa cara muestran hermosos paisajes y platos
de ricas viandas, en busca de seguidores que les sufraguen con likes los
estupendos viajes que solo verán en pantalla.
Trovadores,
vendehúmos, prosa y poesía sincera, amor del bueno y del malo, bufones y
plañideras…
Toda
la fauna y la flora del Reino de los enredos navega los anchos mares entre
cantos de sirena.
© Carmen Ferro.