domingo, 7 de febrero de 2021

EL VASO MEDIO LLENO

 

   

                 Esta vez toca divertirse.





                      — A ver, cariño, ¿puedes explícame esto?

Mi marido me miró desconcertado cuando comencé a sacar cosas de la bolsa de deporte. Sus orejas enrojecieron al instante, parpadeaba rápido (cuando está nervioso no puede evitarlo). Cosas realmente extrañas: una peluca roja, guantes largos, medias negras (de rejilla), unas botas rojas altas (muy altas), corsé de cuero negro a juego con una minifalda estrecha.  Una caja de condones, una cuerda, esposas, fulares de seda, una máscara veneciana, otra de Batman… En fin, todo el carnaval cabía allí dentro.

—La encontré esta mañana en el garaje—le dije mientras vaciaba el contenido en la mesa—, en el armario donde guardas las cosas de ciclismo. Un kit completo, ¿para subir al Tourmalet? Supongo.

—Te cuento, cariño… no es lo que estás pensando…—balbuceó.

— ¿No me irás a decir ahora  que todo esto es para atracar bancos?, ¿o sí?

—No. No es mía… digo…sí, es mi mochila, pero lo que hay dentro no.

— ¿Ah, no? Resulta que todo esto es de tu hermana Charo.

— No, no es de Charo…

— Voy a hacer café, cariño, que esto va para rato... Estoy deseando escuchar tu cuento. Esmérate para que me lo crea, ya sabes que hace tiempo que perdí la inocencia.

Raúl  miraba las prendas esparcidas en la mesa, y yo podía escuchar el eco de sus dos neuronas preguntándose: «a ver cómo explicamos esto».

—Es… es de Carlos, me pidió que se la guarde hasta que vuelva de Italia… Ni idea de lo que tenía, te lo prometo. Lo juro por…

— ¡Eh! Cuidadito con los juramentos, mejor cuéntame la película: y como no tenías ni idea, la guardaste bien escondidita… Claro, ¡tiene mucha lógica!

—No quería que tú  la encontraras—. De pronto pasó al ataque— ¿Qué coño buscabas ahí? ¡¿Eh?! ¿Qué se te perdió en mi armario? ¿Rebusco yo en el tuyo, acaso? ¡Es que no respetas nada, joder! ¡Eres invasiva!

Trate de no alterarme. Le conozco, cuando se pone nervioso (y no tiene excusas), grita. Esa vez no le seguí el tono. Hablé pausada y con sorna, que eso sí que le jode.

— Mira, cielo, en esta mesa tienes toda tu dignidad en cueros.

—  ¡Que te digo que no es mía, coño!

— ¡A mí no te me pongas gallito! Uy… ¿no seréis?... ¡¿Tú y Carlos?! ¡No me lo puedo creer, Raúl!

Mientras hacía el café recordé aquella tarde con Carlos en la cama de María. Recuerdos confusos, estaba demasiado borracha de sangría. Las barbacoas a veces se nos iban de las manos. Y esa vez Carlos y yo… pues eso, que lo pasamos bien. No imagino a Carlos vestido con medias de rejilla y esas botas, ¡por dios!

Mesa completa.  Café, dos chupitos y la botella de güisqui, el punto débil de mi queridísimo marido. Se lo tomó de golpe y lo volví a llenar. Yo vacié el mío despacio. No le dejé pensar, entre sorbo y sorbo, volvía a llenárselo. Estaba tan nervioso que ni se enteraba, los bebía como  agua. Y al quinto se le soltó la lengua:

—Todo empezó con una broma. Una apuesta tonta. Vimos el anuncio en la sección de contactos y nos hizo mucha gracia: «Se necesita chico de compañía por horas. Pago bien». Ya sabes cómo es Carlos… ¡No hay huevos!, le dije, ¡¿Qué no?! Y va y llama desde mi móvil para preguntar cuánto.  Al día siguiente me llamó una mujer, voz seductora, sugerente… Vaya, que me pudo la curiosidad y fui a la cita. El amigo Carlitos se me había adelantado a la chita callando. Allí estaba, con una mujer altísima, espectacular. En una casa que, vamos, pobre no era la muchacha… Nos sirvió las copas en el jardín, cerca de la piscina.

Serví más güisqui, también para mí. Tenía que soportarlo, si iba a  matarlo debía  conocer los motivos al detalle. El crimen pasional quizás sea un atenuante, pensé. Mientras, él seguía hablando:

—Ella se quitó el vestido y se quedó en tanga… ¡Qué cuerpazo! Se metió en el agua despacio… una tentación diabólica, compréndelo… Carlos se tiró de cabeza. Yo no. Me preguntaba qué cojones hacía allí… Bucearon un rato y me invitaron a lanzarme. No quise, ya sabes que no nací  para pez.

Raúl ya estaba borracho. Yo no salía de mi asombro imaginando el cuadro. No se cortaba un pelo, lo contaba con la mayor naturalidad del mundo:

—Salieron del agua en pelotas, tal cual. La tía: ¡un tipo con aparato! Y Carlitos allí, animado, como si nada. ¡En su salsa, vamos! Yo no, eh, eso que te quede claro… ¿Estás incómodo, corazón? Relájateme, me dijo ella… él… bueno… eso, que Carlos me recordó lo que pagaba por hora. Eché cuentas… ¡el sueldo de una semana en una tarde! ¿Tú qué harías?  Quedé, dentro de la casa, ¡eh!, ya sabes que yo para esas cosas soy muy cortado. No me tocaron un pelo, nena, solo tenía que darles con el látigo cuando lo ordenase él ella. Era la mía, darle a Carlos su merecido por lo que te hizo… El látigo los excitaba. Y yo ¡zas, zas, y zas!… Nunca te dije nada, pero un día, que iba con la cogorza, Carlos se fue de la lengua y me lo contó todo… Total, a lo que iba: volvimos otra tarde y el maromo invitó a una amiga, esa sí, se llamaba Corina. Cobramos el doble…  A Carlos quise pegarle ya aquel día, pero su sinceridad me desarmó. A a ti te perdoné, recuerdo que estabas muy borracha y ni te enteraste ni te acuerdas ¿O sí te acuerdas?... Bueno, ahora eso da igual… Lo pasado, pasado está ¿no, cariño?... Todo es de ellos. Objetos de las sesiones. La bolsa es de Carlos, ¡te lo juro!

 — Menudo cabronazo tengo en casa… ¡¿Y conmigo vas de clásico?! Eso sí que es imperdonable.

 — ¿De dónde piensas que ahorré para el crucero por los fiordos noruegos del año pasado? ¿De las extras del taller?

—Bueno, tienes razón, cariño. Lo pasado, pasado está. ¿Terminamos la botella? Total para lo que queda…

              

 

                                                 © Carmen Ferro.




 

 

 

 



 

EL REGRESO

                                                            EMOCIÓN : La ilusión, siempre inspira emociones.  Hace tres años que vivo en Lon...